lunes, 21 de enero de 2013

Grados de la humildad 2º-3º-4º. RB 7, 31-43

No estamos solos, Cristo aparece para darnos aliento en esta difícil tarea de la renuncia a nuestra propia voluntad y seguir así los arduos paso de la obediencia, de la renuncia a nuestra propia voluntad al igual que el Hijo del Padre. Es en Cristo y con Cristo como san Benito nos enseña a caminar por éste camino.
Hemos visto que en el primer grado el monje queda sobrecogido por el temor de Dios y por la propia renuncia a su voluntad conforme a sus deseos, pero después en el grado segundo el monje renuncia a sus deseos para realizar el plan de Dios y decide, como dice en el grado tercero, ponerse bajo las órdenes de un padre espiritual lo que hará el camino aún más difícil aceptando toda clase de obediencia, dice el grado cuarto, aunque sea penosa, dura y áspera la vía.
Es Cristo quien lleva al monje a aceptar la obediencia, como hizo él cuando dice: “no he venido a hacer mi voluntad, sino la del que me ha enviado” (Jn 6, 38), en una disposición respecto al Padre: “Se hizo obediente hasta la muerte” (Flp 2, 8). Una muerte en cruz en la que el monje se deja llevar por el ejemplo del Señor, aceptando las contrariedades, las injurias, los golpes en las mejillas ofreciendo la otra, al que le quita la capa le da la túnica, soporta a los falsos hermanos y bendice a los que le maldicen. No es esto un mero esfuerzo virtuoso sino un camino a la cruz, una vía clara de anonadamiento imitando al mismo Cristo.
Ante cualquier clase de injurias que se le infieran, soporte todo sin cansarse ni echarse para atrás -dice en el cuarto grado-, abrace calladamente con la paciencia en su interior el ejercicio de la obediencia, porque “quien resiste hasta el final se salvara” (Sal 26, 14)
Es una vida de ideal martirial en el ejercicio de la obediencia, de la humildad. Una imitación de Cristo íntima, de común-unión donde se hace partícipe en su dolor, pasión y muerte. El monje no imita a Cristo sólo exterior, material o moral, sino que llega hasta las últimas consecuencia: morir como murió El, aceptando así su espiritual martirio.

31 El segundo grado de humildad consiste en que uno no ame su propia voluntad, ni se complazca en hacer sus gustos, 32 sino que imite con hechos al Señor que dice: "No vine a hacer mi voluntad sino la de Aquel que me envió". 33 Dice también la Escritura: "La voluntad tiene su pena, y la necesidad engendra la corona." 


34 El tercer grado de humildad consiste en que uno, por amor de Dios, se someta al superior en cualquier obediencia, imitando al Señor de quien dice el Apóstol: "Se hizo obediente hasta la muerte". 

35 El cuarto grado de humildad consiste en que, en la misma obediencia, así se impongan cosas duras y molestas o se reciba cualquier injuria, uno se abrace con la paciencia y calle en su interior, 36 y soportándolo todo, no se canse ni desista, pues dice la Escritura: "El que perseverare hasta el fin se salvará", 37 y también: "Confórtese tu corazón y soporta al Señor". 38 Y para mostrar que el fiel debe sufrir por el Señor todas las cosas, aun las más adversas, dice en la persona de los que sufren: "Por ti soportamos la muerte cada día; nos consideran como ovejas de matadero". 39 Pero seguros de la recompensa divina que esperan, prosiguen gozosos diciendo: "Pero en todo esto triunfamos por Aquel que nos amó". 40 La Escritura dice también en otro lugar: "Nos probaste, ¡oh Dios! nos purificaste con el fuego como se purifica la plata; nos hiciste caer en el lazo; acumulaste tribulaciones sobre nuestra espalda". 41 Y para mostrar que debemos estar bajo un superior prosigue diciendo: "Pusiste hombres sobre nuestras cabezas". 42 En las adversidades e injurias cumplen con paciencia el precepto del Señor, y a quien les golpea una mejilla, le ofrecen la otra; a quien les quita la túnica le dejan el manto, y si los obligan a andar una milla, van dos; 43 con el apóstol Pablo soportan a los falsos hermanos, y bendicen a los que los maldicen. 



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