miércoles, 20 de febrero de 2013

El abandono


La vida espiritual verdadera y profunda comienza cuando uno asume su propia nulidad, porque se ha dado cuenta de que no es nada ante Dios.

EL ABANDONO ES EL FRUTO DELICIOSO DEL AMOR

Hay en la tierra un árbol, árbol maravilloso,
cuya raíz se encuentra,¡oh misterio!, en el cielo.

Acogido a su sombra, nada ni nadie te podrá alcanzar;
sin miedo a la tormenta, bajo él puedes descansar.

El árbol inefable lleva por nombre «amor».
Su fruto deleitable se llama «el abandono».

Ya en esta misma vida, este fruto me da felicidad,
mi alma se recrea con su divino aroma.

Al tocarlo mi mano, me parece un tesoro.
Al llevarlo a la boca, me parece más dulce todavía.

Un mar de paz me da ya en este mundo,
un océano de paz,
y en esta paz profunda descanso para siempre.

El abandono, solo el abandono
a tus brazos me entrega, ¡oh Jesús mío!,
y es el que me hace vivir con la vida de tus elegidos.

A ti, divino Esposo, me abandono, y no quiero
nada más en la vida que tu dulce mirada.

Quiero sonreír siempre, dormirme en tu regazo
y repetirte en él que te amo, mi Señor.

Como la margarita de amarilla corola,
yo, florecilla humilde, abro al sol mi capullo.

Mi dulce sol de vida, mi amadísimo Rey,
es tu divina hostia pequeña como yo...

El rayo luminoso de tu celeste llama
nacer hace en mi alma el perfecto abandono.

Todas las criaturas pueden abandonarme,
lo aceptaré sin queja y viviré a tu lado.

Y si tú me dejases, ¡oh divino tesoro!,
aun viéndome privada de tus dulces caricias,
seguiré sonriendo.

En paz yo esperaré, Jesús, tu vuelta,
no interrumpiendo nunca mis cánticos de amor.

Nada, nada me inquieta, nada puede turbarme,
más alto que la alondra sabe volar mi alma.

Encima de las nubes el cielo es siempre azul,
y se tocan las playas del reino de mi Dios.

Espero en paz la gloria de la celeste patria,
pues hallo en el copón el suave fruto
¡el dulcísimo fruto del amor!

Santa Teresa de Lisieux 


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