viernes, 12 de abril de 2013

San Serafin de Sarov. La purificación del alma

Serafín de Sarov fue monje ortodoxo, un stárets, uno de los santos más venerados en la Iglesia ortodoxa. Nació el 19 de julio de 1759 en la ciudad de Kursk en Rusia. Siendo niño resultó indemne después de caer de un campanario, más tarde se curó de un mal grave por una aparición de la Virgen, y después de ello adquirió la habilidad de ver a los ángeles. En 1777 ya es un novicio en el monasterio de Sarov. En 1786 tomó los hábitos y recibió el nombre de Serafín. Durante muchos años llevó una vida de ermitaño en un bosque remoto. Por su vida santa en 1831 mereció con sus alumnos ver, por la segunda vez en su vida, la aparición de la Virgen, acompañada por Juan el Bautista y Juan el Evangelista. Falleció en 1833 mientras oraba arrodillado en su celda en el monasterio de Sarov. Serafín de Sarov fue beatificado por la Iglesia Ortodoxa Rusa el 29 de enero de 1903. Sus reliquias descansan en el monasterio de Divéyevo cerca de Nízhniy Nóvgorod.

Sus obra contienen una admirable doctrina, que encierra no sólo el legado de lo mejor de la tradición monástica cristiana, sino también, de una experiencia iluminada por la acción del Espíritu Santo. En sus escritos podemos leer este texto admirable, acerca de la ascesis, es decir, la purificación interior como camino para contemplar la luz de Dios.


Para recibir y sentir en el corazón la luz de Cristo, hay que alejarse lo más posible de las acciones visibles.  Luego de purificar el alma mediante la penitencia y las buenas obras, y con una fe sincera en el Crucificado, cerrando los ojos, hay que sumergir la mente en el interior del corazón, clamar y llamar, sin cesar, el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Entonces, en la medida del esfuerzo y del ardor del espíritu hacia el Bien amado, el hombre encuentra en el nombre invocado una dulzura que provoca sed de conocimiento superior.

Cuando el hombre internamente ve la luz eterna, su mente se torna limpia y libre de imágenes sensoriales. Estando todo concentrado en la admiración de la belleza no creada, olvida todo lo sensorial, no se quiere ver tampoco a sí mismo, quiere esconderse en el núcleo de la tierra, solo para no perder a este verdadero Bien: a Dios.

San Serafín de Sarov
Sermones

No hay comentarios:

Publicar un comentario