martes, 23 de julio de 2013

La Orden de Santa Brígida


La Orden que fundó santa Brígida en la Edad Media se divide hoy en varias ramas. Por una parte está la rama monástica medieval. La constituyen los monasterios que sobrevivieron a las calamidades de la reforma protestante, la guerra de los Treinta Años, la Revolución Francesa y las desamortizaciones del XIX. Son autónomos, sin vinculación jurídica común. Ya no son dobles sino sólo de mujeres, desde la muerte del último Brigidino en 1863. Las abadías son: Santa María del Refugio en Uden (Holanda), Abadía de Syon (Reino Unido), Altomünster (Alemania) y Santa María de la Paz de Vadstena (Suecia).


En segundo lugar tenemos la rama monástica española. En el siglo XVII es aprobada una rama española de la Orden (exclusivamente femenina) por el Papa Urbano VIII. Su origen está en la Venerable Madre María de Escobar. La Madre recibió una serie de revelaciones que la inspiraron a fundar esta nueva rama de espíritu reformado. La primera fundación fue el monasterio de Valladolid (1637). Actualmente la Orden presenta una estructura de monasterios federados y se encuentra presente en España (Valladolid, Lasarte, Paredes de Nava y Azcoitia), México, Venezuela y Perú.


Junto a estas antiguas ramas, tenemos la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida, nacida en 1911 de mano de la Beata Elisabeth Hesselblad (1870-1957). Mientras se encontraba en los Estados Unidos trabajando como enfermera, fue iluminada por el Espíritu para convertirse a la fe católica. Ella era luterana y después de luchas internas y oposición de la familia, en 1902 fue admitida en la Santa Iglesia Católica. En 1904, bastante enferma y sin esperanzas de curación, acude a Roma y postrada ante los pies de San Pío X le presenta sus deseos de hacerse con la casa de Piazza Farnese donde había vivido y muerto Santa Brígida. En aquella época era un convento de Carmelitas polacas. En 1906 profesa los votos en esta Santa Casa, y tras visitar los monasterios de Brígidas existentes, comienza en 1911 la nueva fundación. Su deseo - que sentía como un mandato del Señor– era dar nueva vida al carisma brigidino, volviendo a los orígenes pero adaptado a los tiempos nuevos. Ya no sería una orden contemplativa, sino proyectada al apostolado. Las religiosas Brigidinas viven intensamente los valores de la vida consagrada, con la escucha, la contemplación, la Adoración Eucarística, la interiorización de la Palabra de Dios, la solemne celebración de la Liturgia de las Horas y la actividad apostólica. Las Brigidinas regentan también varias casas de hospitalidad cuya finalidad primaria es el servicio ecuménico como un ejercicio de exquisita caridad, calor humano y espiritual, para todos aquellos que, quizás ricos en bienes materiales, viven en una profunda pobreza interior y están a la búsqueda de nuevos horizontes.


Por último, hay que citar a la rama contemplativa masculina. Los monjes Brigidinos habían desaparecido a raíz de las vicisitudes históricas en 1863. Pero en 1976, el Hermano Benedict Kirby restaura la rama masculina en la diócesis de Portland (Oregón, EEUU). Se trata de un instituto contemplativo que siguiendo el modelo primitivo del monacato, no ordena de manera ordinaria a sus miembros. La vida comunitaria está centrada entorno a la Divina Liturgia: Santa Misa (los viernes en Latín) y el Oficio Divino solemne. Como hijos de Santa Brígida, la devoción a la Santísima Virgen, la fidelidad al Papa y la oración por las almas del purgatorio y la unidad de los cristianos, son esenciales en sus vidas. Los monjes se sustentan a través de la producción de dulces y productos monásticos.

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