martes, 12 de noviembre de 2013

San Teodoro, abad de Studion


Recuerda hoy la liturgia latina a un gran monje bizantino, san Teodoro, abad del Monasterio de Studion, en Constantinopla. Además de participar en la defensa del culto a las sagradas imágenes, polémica que perturbó la cristiandad oriental durante los siglos VIII y IX, san Teodoro destacó por su esfuerzo en fomentar la vida espiritual de su monasterio.

De san Teodoro de Studion conservamos, entre muchos otros escritos, una conmovedora descripción de su despedida, que compendia sus principales líneas espirituales. Dice así:

Padres y hermanos míos: Como veis, he llegado al término de mi vida, término que siempre he esperado. A todos les está reservado este cáliz, si bien unos han de apurarlo antes, otros después. En efecto, desde el momento mismo en que entramos en esta vida, debemos aceptar igualmente el fin, como lo ha establecido nuestro óptimo Señor: los que disfrutan de la vida, han de soportar también la muerte. También yo debo ciertamente emprender el camino del resto de los mortales y marchar a donde me precedieron mis padres, donde se goza de la vida eterna o, mejor, del mismo Señor, mi Dios: aquel a quien mi alma ha amado, aquel a quien mi corazón ha siempre deseado, aquel de quien he sido llamado siervo, si bien he descuidado su servicio; a él le he consagrado toda mi vida.

En cuanto a vosotros, hijitos, permaneced firmes en la doctrina que os hemos predicado, observando las reglas que habéis recibido y guardando incontaminada vuestra vida junto con vuestra fe. Una y otra os son necesarias si queréis aguardar a Dios y serle gratos a él.

Sabéis muy bien que no he escatimado esfuerzo alguno con tal de anunciaros la verdad, antes bien, en público o en privado, he indicado a todos lo que era bueno. ¡Quiera Dios que todas estas verdades permanezcan inmutablemente en vuestras mentes!

Por mi parte, os prometo que si, en mi pobreza, el día del Señor consigo el premio esperado, ofreceré incesantemente súplicas y plegarias por vosotros, para que también vosotros podáis constantemente avanzar en la virtud y este vuestro cenobio goce de incrementos siempre mayores.

Saludad con mis palabras a los padres que no están aquí presentes.

Enviad mi saludo, con expresiones apropiadas a su rango, a los obispos y sacerdotes.

A todos los hermanos esparcidos por doquier, y a todos los demás que perseveran en un mismo testimonio de fe y de vida, hacedles llegar, de mi parte, estas mis últimas palabras.

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