viernes, 20 de febrero de 2015

El ecumenismo de la sangre cristiana derramada: Obispo mártir Metodio Krasnoperov


Un signo cristiano que nos une plenamente como hermanos en Cristo es el testimonio supremo del martirio: entregar la propia vida por confesar a Cristo, por confesar el amor que Dios nos ha tenido viniendo él en la persona del Hijo a salvarnos. Esto es lo que, con admiración y veneración leía ayer en la Web del Patriarcado de Moscú acerca del Obispo mártir Metodio Krasnoperov

Nacido en una familia humilde pero muy piadosa en 1868, se ordenó sacerdote a los 23 años de edad, en 1891. Al morir su esposa (los sacerdotes rusos pueden casarse antes de su consagración), decidió entregarse por completo a Dios a través de la vida monástica. Amplió sus estudios teológicos en la Academia de Teología de Kazán, fue consagrado como hieromonje (es decir, monje sacerdote), y promovido en 1913 a Obispo de Akmola, en la región siberiana de Omsk. En 1914 fue nombrado Obispo de Petropaulovsk, también en la región central de Siberia.

Fue un Obispo que predicó con insistencia la fidelidad a la tradición cristiana, frente a la asechanzas del mundo y las nuevas ideologías, con influencia dentro incluso de la Iglesia. Pero esta postura no le apartó de los más necesitados. Así, siguiendo el ejemplo del célebre obispo Juan de Kronsdat, visitó los lugares más pobres para intentar consolar con la Palabra de Dios y aportar toda la ayuda material que le era posible.

La Revolución y Guerra Civil le sorprendió en su propia diócesis. Finalmente, un día 4 de febrero de 1921, mientras estaba celebrando la Sagrada Liturgia en su Catedral, escuchó un tiroteo en el exterior. Dejó el altar y salió revestido de los sagrados ornamentos para intentar poner paz y detener la lucha. Sin embargo, los revolucionarios gritaron: "¡A la horca con el cura!". Instantes después, lo atravesaron con las bayonetas y, todavía vivo, le clavaron la cruz que llevaba en la mano en una de las heridas. Su cadáver fue arrojado por los bolcheviques a una fosa común. Pero su memoria no se borró entre los creyentes, siendo canonizado en el año 2.000. 

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