lunes, 27 de abril de 2015

Speculum Caritatis. Fue corrompida, afeada en el hombre la imagen de Dios, pero no destruida totalmente

12.- Por el mal uso del libre albedrío su amor se apartó de aquel sumo Bien, y, ofuscado por la propia concupiscencia, se encaminó hacia lo peor, separándose de lo que era verdaderamente bueno y pasando a lo que de por sí carece de bien; donde aspiraba encontrar lo perfecto, vino a encontrar la imperfección; y, amándose perversamente, perdió a Dios y se perdió a sí mismo. Justamente ocurrió que quien apetecía asemejarse a Dios en contra de su divina voluntad, aun para hacerse más semejante a él por la curiosidad, se tornara más desemejante a causa de la concupiscencia. Fue corrompida, afeada en el hombre la imagen de Dios, pero no destruida totalmente. Por eso, aunque el hombre posee memoria, ella está sujeta al olvido; tiene ciencia, pero expuesta al error; también tiene amor, mas inclinado a la concupiscencia.

13.- La huella de la Santísima Trinidad todavía permanece en esta trinidad del alma racional, aun siendo mísera, por haber quedado grabada en su misma sustancia; gracias a ella el alma rememora, piensa, se reconoce y se ama. Por ese medio su misma memoria ama; por ello también su mismo amor ama, piensa, recuerda y ama; por ello también ama su mismo amor, recuerda y conoce. En todo esto, como dijimos, se refleja la unidad de la sustancia y la trinidad de las palabras. De aquí que el salmista diga: El hombre pasa como una sombra, y en vano se conturba. En estas palabras, breve y expresamente, el santo David insinúa que no falta al alma humana la imagen de Dios por su naturaleza ni la corrupción por causa del pecado. El olvido corrompió su memoria; su ciencia se nubló con el error; y menguó el amor a causa de la concupiscencia.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

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