lunes, 6 de julio de 2015

Regla de San Benito. La humildad


La Sagrada Escritura, hermanos, nos advierte con voz muy fuerte diciendo: Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Al decir esto nos muestra que toda exaltación es una forma de soberbia. El profeta indica que la evitaba al decir: Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros, no pretendo grandezas que superan mi capacidad. Y, ¿qué pasará si no fui humilde, si se ensoberbeció mi alma? Tratarás a mi alma como al recién destetado en brazos de su madre. 

Por tanto, hermanos, si queremos llegar a la cumbre de la humildad y llegar pronto a aquella exaltación celestial a la que se asciende por la humildad de la vida presente mediante los peldaños de nuestras obras, tendremos que levantar aquella escala que Jacob vio en sueños y en la que se veían ángeles bajando y subiendo. Sin duda alguna, en el bajar y subir no entendemos otra cosa sino que por la exaltación se baja y por la humildad se sube. Pues esa escala levantada es nuestra vida temporal que Dios eleva hasta el cielo por nuestra humildad de corazón. Los largueros de esa escala son nuestro cuerpo y nuestra alma. La vocación divina ha dispuesto en ellos diversos peldaños de humildad o de observancia que se deben subir.

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