viernes, 21 de abril de 2017

San Anselmo de Canterbury

Iluminación de una Meditación de San Anselmo

¿Cómo se puede demostrar que sea justo y razonable el que Dios trate o permita tratar de esa manera a ese hombre a quien el Padre llamó su Hijo amado, en el que tiene todas sus complacencias y con el que el mismo Hijo se identificó? ¿Qué justicia puede ser la que consiste en entregar a la muerte a los pecadores al hombre más justo de todos? ¿Qué hombre habría que no fuese juzgado digno de condenación si, por librar a un malhechor condenase a un inocente? (...) Porque si no pudo salvar a los pecadores más que condenando un justo, ¿dónde está su omnipotencia? Y si pudo pero no quiso ¿cómo defenderemos su sabiduría y su justicia?

Estas palabras de san Anselmo de Canterburycuya memoria celebra hoy la Iglesia, en su obra Cur Deus Homo, es decir, Por qué Dios se hizo hombre, nos ponen en la pista no sólo de qué problemas se planteó este insigne monje del siglo XI, sino también de cómo trató de resolverlos.

San Anselmo es uno de los más grandes pensadores de la Cristiandad medieval. Monje italiano, desarrolló una larga carrera que culminó en su nombramiento como Obispo de Canterbury. Gran pensador, nos ha dejado como legado imperecedero su reflexión sobre cómo nos salvó Dios. Con ello, se muestra como pensador profundamente comprometido con la fe: siguiendo la exhortación de la Carta de san Pedro, de estar siempre dispuestos a dar razón de la fe, san Anselmo procura comprender desde la fe las razones que le movieron a actuar a través de Jesucristo en la forma concreta en la que lo hizo. El problema central que se plantea es cómo realizó Dios la obra de la salvación: ¿no pudo haber evitado la Cruz?, ¿qué sentido tiene ese elemento central de nuestra fe? El resultado de su indagación es la teoría de la satisfacción vicaria: Jesús habría satisfecha la infinita deuda contraída por nuestro pecado contra Dios, pues siendo Dios mismo, su reparación es infinitamente valiosa.

San Anselmo no sólo nos dejó una teoría; también nos legó una nueva forma de pensar, con la que se se iniciaron los tiempos modernos. No se limitó a enumerar los argumentos de autoridad de la Escritura o de los autores del pasado, sino que trató de utilizar las posibilidades racionales que Dios mismo nos ha concedido. Así,. a través del proceso lógico, desarrolló un sistema de razonamiento que hará posible, a la larga, nuestra propia modernidad.

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